Cómo crear una cultura de análisis de autoservicio
La tecnología ha dado un gran paso en la última década. Estamos todos conectados, día y noche, por medio de nuestros smartphones. Podemos hablar con cualquier persona, hacer compras y encontrar respuestas a nuestras preguntas en el momento y en el lugar que queramos.
Nos hemos acostumbrado rápidamente a tener respuestas al alcance de la mano, y cada vez más esperamos lo mismo en el lugar de trabajo. Parte de nuestra expectativa viene de nuestra curiosidad innata. Cuando nos encontramos con algo nuevo, queremos (y necesitamos) saber más. El conocimiento es gratificante porque “disipa estados indeseables de ignorancia e incertidumbre”, comenta el investigador Jonathan Litman. No poder descifrar algo nos desespera. Queremos saber por qué sucedió algo para poder evitar (o repetir) el mismo resultado en el futuro.
Esto no significa que simplemente busquemos la respuesta o el resultado definitivos. Queremos ser parte del proceso de descubrimiento. El factor que impulsa nuestra curiosidad es la necesidad de comprender qué, por qué, cómo y para qué sucede algo. Aisladamente, las respuestas no nos ayudan a comprender tanto como el proceso de descubrimiento que nos lleva a ellas. Pero juntas, nos permiten comprender todo y así evitar lo malo, replicar lo bueno y encontrar nuevas oportunidades.
Mientras intentamos comprender y encontrar dichas respuestas, los datos nos sirven de ayuda. Se capturan más y más datos, en nuestras vidas personales y también en nuestras organizaciones. Estos datos nos proporcionan los hechos, la verdad, la visión objetiva de lo que ocurrió. Los datos son conocimiento y, cuando las personas pueden explorar y formular preguntas con sus datos para tomar decisiones cotidianas, encuentran la comprensión, las perspectivas y las oportunidades que buscan.